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JOSE TOMAS URMENETA
(1808-1878)

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Nació en Santiago el 8 de octubre de 1808, del segundo enlace de Manuela García Abello Pizarro, serenense de Sotaquí,  de La Serena, y del comerciante vasco Tomás Ignacio de Urmeneta, regidor del Cabildo Santiaguino en aquel año.

Huérfano de padre a los diez años y de madre a los diecisiete, estudió en una escuela particular en 1823, más tarde se embarcó rumbo a Boston.

Permaneció cuatro años en un colegio mercantil. En 1827 viajó a Europa, donde se desempeñó como agregado a la delegación de Chile en Londres.

Una vez en Chile, trabajó en la hacienda de su cuñado Mariano Ariztía, en Sotaquí.
En 1833, Urmeneta denunció una Bocamina abandonada en el Cerro Tamaya. Ya casado con Carmen Quiroga, se transformó en minero de suerte.

En 1834 denunció otra Bocamina; demoró 10 años en encontrar la veta principal, pero no tenía capital; gracias a un préstamo, en el año 1852 se convirtió en el hombre más rico de Chile y de América del Sur.
Unió el pique con el mar con un ferrocarril al más próximo puerto, hizo venir químicos y ensayadores de Europa y Estados Unidos. Compró las otras minas de Tamaya. Creó la Fundición de Guayacán, con 40 chimeneas.
En la Herradura se cargó la mitad del cobre del mundo. A la India lo llevaba la Compañía de Calcuta organizada en Valparaíso, a cambio de productos asiáticos.

Expandió su imperio a más minas de Copiapó y Atacama, trabajó Turbas en Panquehue y mantos de carbón en Concepción, adquirió una flota de vapores. Fue propulsor de todo progreso: ferrocarriles, gas de alumbrado, bomberos (fue miembro honorario), instrucción primaria, director honorario de la Sociedad de Agricultura, convirtiendo un Secano de Limache en el más rico predio vitivinícola del hemisferio, arborizándolo e introduciendo el eucaliptus. Dotó árboles a las calles de Limache y de pila marmórea su plaza, levantó dos escuelas y un lazareto, en Santiago tomó a cargo la Casa de Orates, protegió a artistas e intelectuales, ayudó a desconocidos en apuros y con igual largueza socorrió a las monjas Capuchinas, a cuyas cofradías ingresó, y a las logias masónicas en las que jamás estuvo inscrito.

Fue dos veces diputado por Ovalle y una por Elqui en 1846-55, Senador en 1855-64, miembro del Consejo de Estado. En 1871 fue candidato derrotado a la Presidencia de la República.

En 1877 enfermo, se instaló en su hacienda.
El 16 de octubre de 1878, falleció.
Tenía una casa de descanso en San Bernardo, en la calle que hoy lleva su nombre, esquina Colón. Fue donación suya una hermosa pila de piedra que existe en el centro de Plaza de Armas.

BALDOMERO LILLO
(1867 - 1923)

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Lota, la pequeña ciudad minera en la que Baldomero Lillo vivió durante toda su infancia, le proporcionó las dramáticas escenas que el autor llevó a sus cuentos. Tempranamente debió abandonar sus estudios para trabajar e ingresó como empleado en una pulpería de un establecimiento minero.

Afortunadamente, su trabajo le dejaba tiempo para la lectura, afición que heredó de su padre, admirador del escritor norteamericano Bret Harte. Las lecturas que tuvieron mayor influencia en su narrativa fueron Dostoievski, Zolá, Turgueniev y más tarde, Maupassant, Eça de Queiroz, Dickens y Balzac. Con ellos logró desarrollar la observación directa y la sensibilidad dramática que imprime a sus personajes y atmósferas, plasmadas con fuerza y sencillez en sus cuentos, sobre todo los relacionados con la actividad minera del carbón. Ya adulto, se trasladó a Santiago buscando un espacio literario y, al cabo de seis años, en 1903, logró reconocimiento al ganar con "Juan Fariña" el más alto lugar de un concurso de cuentos. Consiguió así, la primera publicación en La Revista Católica de Santiago. Este hecho le posibilitó trabajar en El Mercurio y luego colaborar en la revista Zig-Zag. Un año después apareció Sub-terra; una recopilación de ocho cuentos mineros. En 1907, apareció su segundo libro Sub-sole, con trece relatos de vida campesina y del mar. Sobre esta producción Vicente Mengod señala: “Baldomero Lillo, escritor realista, anotó minuciosamente la vida del trabajador de las minas. Sus narraciones, siempre con un gran contenido social, tienen la intensidad de un grito de protesta, cuya resonancia, a pesar de los progresos técnicos, no se ha extinguido. Varios de sus cuentos son documentales. En ellos, el decir escueto y la intención social se armonizan con maestría. Se le considera como el padre del realismo social chileno”. Son clásicos sobre el tema de la explotación del carbón y de la vida de los trabajadores en Lota, sus cuentos "Juan Fariña", "El chiflón del diablo" y "La compuerta N° 12", entre otros. Poco difundidos han sido, sin embargo, los cuentos publicados póstumamente. La primera recopilación la hizo José Santos González Vera quien en 1942 publica bajo el título de Relatos populares, cuentos mineros, marítimos y de costumbres, no incluídos en los volúmenes anteriores. Luego, en 1956, otros cuentos descubiertos por José Zamudio fueron reunidos y publicados en El Hallazgo y otros cuentos del mar. Se sabe, además, que Baldomero Lillo planeaba una novela sobre la masacre de la escuela de Santa María de Iquique, para lo cual viajó al norte de Chile con el fin de documentarse al respecto. Pero este proyecto no llegó a realizarlo. Baldomero Lillo ha mantenido su vigencia a lo largo de cien años y es fuente indispensable al momento de referirse a la minería del carbón en Chile. En 1968, Raúl Silva Castro reunió casi toda la producción de Baldomero Lillo en sus Obras completas, que incluye, además, una valiosa introducción biográfica.

*Aporte de: Memoria Chilena

DIEGO BARROS ARANA
(1830 - 1907)

Historiador y educador, es considerado uno de los intelectuales liberales más importantes del Chile decimonónico, siendo su legado más notable la monumental Historia General de Chile.

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A mediados de 1850, inició su obra historiográfica con la publicación de un estudio sobre Vicente Benavides y las campañas del sur. Dos años después, aconsejado por Andrés Bello: "Escriba joven sin miedo, que en Chile nadie lee", presentó su Historia General de la Independencia de Chile. Esta obra le valió ser nombrado miembro de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.
 
Hombre de ideas políticas liberales, formó parte de la juventud que se opuso con fuerza a Manuel Montt y, antes de una orden de arresto del gobierno, debió exiliarse. Luego de un breve paso por Argentina se dirigió a Europa, donde visitó el Museo Británico, bibliotecas y librerías en Francia y el Archivo General de Indias en Sevilla.
 
En 1861 regresó a Chile, incorporándose como académico de la Universidad de Chile, cargo en el que permaneció sólo dos años, al ser designado Rector del Instituto Nacional, donde estuvo por espacio de diez años.
 
A partir de la década de 1870, prestó valiosos servicios a Chile en las negociaciones diplomáticas para solucionar los problemas limítrofes con Argentina, encabezando una misión al país trasandino. A principios de 1892, Barros Arana retomó el trabajo de perito en la Comisión de Límites que imponía el Tratado con Argentina de 1881, defendiendo la tesis del divorcio de las aguas, la que sirvió de base para la firma de los llamados Pactos de Mayo de 1902.
 
En medio de estas actividades educacionales y diplomáticas, los documentos y libros acumulados en sus viajes, dieron como resultado su obra capital, la Historia General de Chile. Esta obra, compuesta por 16 tomos, abarca desde la época precolombina hasta 1833, la cual terminó de escribir en 1902, después de casi 20 años de trabajo.
 
Decidido opositor al gobierno de José Manuel Balmaceda, al estallar la Guerra Civil de 1891 estuvo escondido en la Recoleta Dominica.
 
El nuevo gobierno de Jorge Montt lo reintegró a sus labores académicas, nombrándolo rector de la Universidad de Chile, cargo que desempeñó entre 1893 y 1897.
 
En sus últimos años, se preocupó de concluir su Historia de Chile y publicar nuevas obras literarias, entre ellas la biografía del naturalista Rodulfo Amando Philippi y Un decenio de la Historia de Chile 1841-1851.

(*Memoria Chilena)

Texto pertenece a "Memoria Chilena"

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Marcelo Mallea Hernández